TEXTO PARA EXAMEN
ORAL
GRUPO: III 3 año A y B
HISTORIA: PROFESOR
EHRENBERG, ALEJANDRO.
4. CONSECUENCIAS
DE LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL EN LA
POBLACIÓN
INFANTIL
4.1. INTRODUCCIÓN
La primera
consecuencia de la Revolución Industrial para la población infantil, fue la
reducción
de la tasa de
mortalidad, debido a las mejoras de la alimentación y los avances de la
medicina.
Sin embargo, esta
reducción de la tasa de mortalidad infantil no se vio confirmada con el
aumento de las
posibilidades de supervivencia en la infancia. Esta incongruencia se explica
por
las condiciones
de vida que padecían, puesto que desde muy pequeños eran obligados a trabajar.
Durante la
Revolución Industrial, los niños de tan sólo cuatro años fueron empleados en
las
fábricas de
producción con serios peligros, a menudo fatales, en las condiciones de
trabajo. En
el siglo XIX, un
tercio de las familias pobres se quedaron sin sostén económico a consecuencia
de la muerte o el
abandono, lo que obligaba a muchos niños a trabajar. Los hijos de los pobres
debían ayudar en
la economía familiar, a menudo trabajando largas horas en trabajos peligrosos
para los bajos
salarios, ganando 10-20% del salario de un varón adulto, también en algunos
casos los
propietarios de las fábricas recogían niños de los orfanatos o los compraban a
gente
pobre,
haciéndoles trabajar después a cambio, tan sólo, de su mantenimiento. Los que
huían
eran capturados
en batidas y devueltos a sus amos, otros eran atados con grilletes para impedir
las fugas. Los
niños eran empleados en las fábricas de algodón, trabajando 14 horas al día,
seis
días a la semana.
Algunos perdieron manos y extremidades, otros fueron aplastados por las
máquinas, y algunos
fueron decapitados. Los jóvenes trabajaban en fábricas de cerillas, donde
los vapores de
fósforo ocasionaban que muchos desarrollaran fosfonecrosis. Los niños
empleados en
fábricas de vidrio se quemaban con regularidad o se quedaban ciegos, y aquellos
que trabajan en
talleres de cerámica eran vulnerables al polvo de arcilla venenoso.
En algunos casos
niños de cinco y seis años llegaban a trabajar entre 13 y 16 horas al día.
Algunos niños
realizaron el trabajo como aprendices de oficios respetables, como la
construcción o
como empleados domésticos (hubo más de 120.000 empleadas domésticas en
Londres del Siglo
XVIII. Las jornadas de trabajo eran largas: los constructores trabajaron 64
horas a la semana
en verano y 52 en invierno, mientras que los funcionarios nacionales
trabajaban 80
horas a la semana.
Los empleadores
podían pagar a un niño menos que un adulto, aunque su productividad era
comparable, no
había necesidad de ser fornido para operar una máquina, y dado que en el
sistema
industrial, completamente nuevo, no había trabajadores adultos con experiencia.
En
Inglaterra y
Escocia en 1788, dos tercios de los trabajadores en 143 fábricas de algodón de
agua
con motor, fueron
descritos como niños.
Con la ampliación
de la Revolución Industrial al resto de Europa y a Estados Unidos se
generalizaron los
abusos y la explotación de niños durante todo el siglo XIX y principios del
siglo XX. Al
igual que en el caso inglés, los abusos fueron provocando una mayor indignación
social que se vio
reflejada en la aparición de leyes que limitaban tanto la edad mínima para
trabajar como el
número de horas por jornada laboral.
En un discurso en
el Parlamento, William Pitt, político y estadista británico, Ministro de
Hacienda del
Reino Unido en tres ocasiones y Primer Ministro del Reino Unido en dos períodos
por un total de
dos décadas, además de la persona más joven en ocupar dicho cargo y premier
británico,
declaró textualmente:
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EL TRABAJO
INFANTIL DESDE LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL HASTA LA ACTUALIDAD
“La experiencia
nos ha demostrado lo que puede producir el trabajo de los niños y las ventajas
que se pueden
obtener empleándolos desde pequeños en los trabajos que pueden hacer [...]. Si
alguien se tomase
la molestia de calcular el valor total de lo que ganan ahora los niños
educados según
este método, se sorprenderán al considerar la carga de la cual su trabajo
-suficiente para subvenir a su mantenimiento- libera al país, y lo que sus
esfuerzos laboriosos y
las costumbres en
las que se les ha formado vienen a añadirse a la riqueza nacional.”
La legislación
inglesa y la Iglesia anglicana defendieron a ultranza la contratación de niños.
Los
administradores
de impuestos de pobres mandaron grupos de niños lejos de sus padres. Éstos,
ante la
dificultad que suponía para sus estrechas economías el cuidado de los pequeños,
los
cedían a la
tutela de la asistencia pública.
Los ritmos de
trabajo eran excesivamente duros. La estrecha vigilancia de los capataces
imponía
toda suerte de
arbitrariedades, desde castigos económicos, como pago de multas, hasta castigos
físicos. La
vigencia de la tortura en las primeras concentraciones fabriles fue un hecho
constatado en la
literatura social de la época.
No hacía mucho
que había empezado a funcionar el sistema fabril, cuando los efectos del
trabajo sin las
medidas adecuadas, y excesivas horas, en los trabajadores empezaron a ser
observados. Toda
una generación estaba creciendo bajo condiciones de degeneración física,
mental, a causa
de la ignorancia y la corrupción moral. Esta observación se hizo mediante la
elaboración de
informes detallando algunos de los abusos, en particular en las minas de carbón
y
las fábricas
textiles, que ayudaron a popularizar la difícil situación de los niños. La
protesta
pública,
especialmente entre las clases altas y medias, contribuyó a estimular el cambio
en el
bienestar de los
trabajadores jóvenes. Denunciaban las consecuencias de los bajos salarios, del
hambre, las
columnas de niños de seis a ocho años que a las cinco de la mañana recorrían
enormes
distancias para ir a los talleres. Los
informes médicos de la época señalaban el
destrozo físico y
psicológico de millares de hombres y mujeres envejecidos prematuramente. La
inseguridad en el
trabajo empezó a agudizare en los comienzos del maquinismo, arrojando altos
índices de
mortalidad laboral.
4.2. INFORME DEL COMITÉ SADLER (INGLATERRA, 1831)
El trabajo de los
niños en las Hilanderías de Algodón:
“Esos niños
entran en la fabrica a las 5 o 6 de la mañana y no la abandonan sino entre las
7 ó 8
de la noche,
encerrados durante catorce horas en los talleres, en medio de una atmósfera
sofocante de 75 a
80 grados Fahrenheit. Sin reposo, salvo a las horas de la comida: a lo sumo
una media hora
para el desayuno, por la mañana y una hora para el almuerzo.
Para los niños,
las horas de reposo no son regulares: 3 o 4 días por semana, significan
solamente un
cambio de tarea en lugar de vigilar una máquina en marcha, cuando está en
“descanso”,
entonces el niño debe limpiar una maquina detenida o recoger desechos de
algodón,
obligado,
mientras trabaja, a comer bocados en medio del polvo.
No hay asientos;
sentarse es contrario al reglamento. Desde 15 horas por día, la jornada de los
niños se prolonga
más todavía durante los periodos de actividad industrial.
En ciertas
fábricas, los niños trabajan regularmente, desde las 3 y media de la mañana
hasta las
9 y media de la
noche, en verano; además, dos veces por semana tienen que trabajar toda la
noche.
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EL TRABAJO
INFANTIL DESDE LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL HASTA LA ACTUALIDAD
Los industriales
más humanos se contentan con hacerlos trabajar sólo...16 horas. No se logra de
los niños un
esfuerzo tan prolongado más que por el terror.
Cualquiera que
sea su cansancio, los niños deben llegar por la mañana a la hora precisa, de lo
contrario son
cruelmente castigados.
En ciertos
establecimientos, raramente pasa una hora sin oírse los gritos que los golpes
arrancan
a los niños. A
veces los mismos padres pegan a sus hijos para evitar los castigos más
brutales,
en las fábricas
se les golpea con una pesada barra de hierro (el billyroller); suele ocurrir
también
que un niño
rendido por el sueño se resbale bajo la maquina y quede mutilado para toda la
vida.”
4.3. INFORME DEL DOCTOR VILLERME (FRANCIA, 1840)
“Niños muy pequeños
son ocupados en el torno destinado a los carretes mecánicos de las
máquinas de
tejer: allí constantemente encorvados, sin movimientos, sin posibilidad de
respirar
aire puro y
libre, contraen irritaciones que se convierten en afecciones de tumores”
“Sus débiles
miembros se deforman, y su espina dorsal se desvía. Esos niños se agotan y
desde
sus primeros
años, son los que suelen ser siempre
débiles y enfermizos, otros niños son
ocupados en hacer
girar ruedas que ponen en movimiento largos mecanismos para devanar; la
nutrición de los
brazos se hacer a expensa de sus piernas y estos pequeños desdichados tienen a
menudo los
miembros inferiores deformados”
“Niños que
permanecen 16 y 17 horas trabajando de pie, en una habitación cerrada, sin
cambiar de sitio
o de actitud.
“No es un trabajo
a destajo, es una tortura: se les aplica este trabajo a niños de 6 a 8 años,
mal
alimentados, mal
vestidos, obligados a recorrer desde las 5 de la mañana, la larga distancia que
les separa de los
talleres, a la cual se agrega, por la noche, el regreso desde los mismos
talleres.
La consecuencia
de ellos es una mortalidad excesivamente elevada”.
“Es preciso ver a
esta muchedumbre de niños flacos, desencajados, cubiertos de harapos, que
con lluvia y
barro van descalzos, llevando en la mano ( y cuando llueve , debajo de su ropa,
que
por el aceite que
ha caído de los telares se ha vuelto impermeable), el pedazo de pan que ha de
alimentarles
hasta su regreso”.
Texto:
Universidad de Cantabria, España, 2012
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