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sábado, 23 de abril de 2016

El viejo asadito.

Universidad de Tel Aviv: la dieta de carne forjó la evolución humana



Una dieta propia de la "Glaciación", consistente en gran cantidad de proteínas, provocó diferencias anatómicas en el Neardenthal que lo diferenciaron para siempre del Homo Sapiens, sugiere un estudio de la Universidad de Tel Aviv.
Los Neardenthales, morfológicamente más robustos, con una caja torácica más amplia y una pelvis más extensa, conjunto definido por los investigadores como "de campana" -en relación a la forma de "barril" de los Homo Sapiens-, habitaron la Tierra hace entre 230.000 y unos 40.000 años atrás, aunque algunos hallazgos datan a algunas poblaciones hace 28.000 años.
En apariencia, ambos eran bastante parecidos, convivieron en el tiempo y se aparearon, si bien el Neardenthal tenía un cráneo más amplio y nariz prominente, aunque no fueron éstas las diferencias que llamaron la atención de los investigadores.
"El Neardenthal era más robusto y más pesado pese a que era más bajo, y eso se atribuye a la necesidad de cazar grandes presas y transportar enormes piezas", apunta el doctorando Miki Ben-Dor, principal autor de la investigación.
El estudio, elaborado junto a los profesores Ran Barkai y Avi Gopher, del Departamento de Arqueología y Culturas Antiguas de Oriente Próximo de la Universidad, ha sido recientemente publicado por la revista "American Journal of Physical Anthropology".
Pese a que las diferencias anatómicas del tórax y la pelvis entre ambos homínidos se conocían desde hacía tiempo, el estudio, según sus autores, es el primero que analiza el posible impacto que tuvo la dieta en el desarrollo morfológico de nuestros antepasados.
"Si observamos la parte inferior del tórax y la pelvis, que contiene todas las vísceras, hígado, riñones y otros órganos asociados con la digestión de la comida, te llama la atención inmediatamente la forma diferenciada entre ambos", refiere Ben-Dor al subrayar que la proteína de origen animal jugó un importante papel en conformar el fenotipo Neardenthal.
La investigación parte de la premisa de que los seres humanos estamos limitados en nuestra capacidad para convertir proteínas en energía y concluye que en el caso de los Neardenthales, la "forma de campana" del torso, al menos en parte, "fue una adaptación a una dieta muy rica en prótidos".
Se basa en el análisis de estudios anteriores sobre su morfología
y exámenes químicos de huesos que indicaron que gran parte de su dieta se basaba en la carne de grandes especies, y en períodos más limitados, en hidratos procedentes de plantas. El modelo utilizado apunta a que durante los inviernos glaciares, cuando los hidratos de carbono no estaban al alcance, entre el 74 y el 85 por ciento de las calorías consumidas por el Neardenthal debieron provenir de grasa animal y evolucionaron de manera que lograron convertir la proteína en energía de una forma más eficiente que los modernos seres humanos.
Concluyen que una alimentación rica en proteínas crea la necesidad de albergar un hígado dilatado y un sistema urinario en una estructura inferior más amplia debido a los requerimientos metabólicas de expulsar en mayor medida toxinas como la urea.
Según se desarrolló el metabolismo del Neardenthal, se incrementó su capacidad renal y se expandieron órganos como los riñones, lo que evolutivamente engrosó la parte inferior del torso y la pelvis.
El investigador reconoce que no se sabe a ciencia cierta cuándo comenzaron a producirse los cambios que llevaron a nuestros antepasados a diferenciarse físicamente, pero sí que "hace 550.000 años atrás pudieron evolucionar a partir del Homo Erectus y se cree que su pelvis y tórax pudieron ser similares a los del Neardenthal".
Advierte, sin embargo, de que esa teoría debe ser analizada con cautela ante la falta de fósiles de costillas de aquella época que la corroboren, ya que la masa ósea suele aparecer astillada.
Otro aspecto que sugiere el estudio es que la total dependencia de los Neardenthales de la caza de animales grandes para satisfacer sus necesidades proteicas pudo llevar a su eventual extinción, que coincidió con el período en que comenzó a desaparecer la Megafauna en Europa hace unos 50.000 años.
"Se sabe que eran grandes cazadores y se adaptaron a una gran cantidad de consumo de proteínas, especialmente animales de gran tamaño, y cuando estos comenzaron a desaparecer, no pudo conformarse con presas alternativas", refiere el investigador.
Ante los que se debaten entre seguir una dieta vegetariana u otra más rica en carne, Ben-Dor tiene una respuesta sencilla.
"Somos humanos desde hace 2,5 millones de años. Nos convertimos en predadores y nos adaptamos al consumo de proteínas", concluye. EFE

sábado, 9 de abril de 2016

Los Mexicas -articulo para los 2 años

MexicasMéxico Los mexicas comían carne humana para absorber su fuerza divina Mexicas Ampliar Mexicas Uno de los cráneos que ha examinado el arqueólogo Gabino López Arenas en un estudio que le ha permitido corroborar la tesis segúan la cual la élite de los mexicas practicaba la antropofagia en ciertos rituales religiosos. © INAH 1/5 Mexicas Mexicas Mexicas Mexicas 17 de enero de 2014 Compartir en Facebook Compartir en Twitter La élite de los mexicas o aztecas practicó la antropofagia en ciertos rituales de carácter religioso con el propósito de alcanzar una especie de comunión con la divinidad La élite de los mexicas, esto es, los gobernantes, sacerdotes y algunos guerreros de ciertos rangos, practicaron la antropofagia o canibalismo no como parte de su dieta sino en rituales de carácter religioso, según las recientes investigaciones del arqueólogo Gabino López Arenas, que ha examinado cráneos, tibias, peronés, húmeros y mandíbulas que fueron depositados como ofrendas en el Templo Mayor y en otros recintos aledaños. El Templo Mayor fue el centro espiritual de los mexicas o aztecas, situado en el centro de Tenochtitlán, su gran capital, la antecesora de la actual Ciudad de México. Los fragmentos de huesos humanos, que presentan marcas de corte y exposición prolongada al fuego, han permitido corroborar el carácter antropófago del pueblo mexica durante el período posclásico, del año 900 al 1521 d.C., según explica el Instituto Nacional de Antropología e Historia de México en un comunicado. López Arenas afirma que las víctimas fueron inmoladas y descarnadas inmediatamente después, a juzgar por la gran cantidad de partes óseas que presentan cortes o alteraciones que fueron realizados en hueso fresco, además de huellas que demuestran que los huesos estuvieron directamente expuestos al fuego. Estas prácticas tan macabras tenían como propósito "absorber la fuerza divina que albergaba el cuerpo de los sacrificados. Para los mexicas, las víctimas humanas eran la encarnación de los dioses a los que representaban y, al comer su carne, practicaban una especie de comunión con la divinidad". El investigador cita en su tesis (Decapitación y desmembramiento en rituales del recinto ceremonial de Tenochtitlán: una interpretación de su simbolismo) a Francisco Cervantes de Salazar, un escritor toledano del siglo XVI, quien al referirse al ritual de la antropofagia detalló que las piernas y los brazos eran las partes más apreciadas y las que se consumían con mayor frecuencia, mientras que las manos y los pies se destinaban exclusivamente al gran sacerdote y al gobernante, al ser las más apetitosas. "En cuanto a la sangre, ésta nunca se consumía, ya que era alimento exclusivo de los dioses", asegura López Arenas. En cambio, y según escribió el historiador sevillano Diego Durán, los guerreros podían comer carne humana en ciertas ceremonias: "En determinados festejos podían vestir de algodón y traer zapatos en palacio, comer carne masculina y beber vino. Además, podían recibir parte del tributo entregado por los pueblos conquistados". López Arenas explica que estos rituales se realizaban en fechas determinadas, por ejemplo en las fiestas del atlcahualo, el primer mes del año en el calendario mexica, durante las cuales sacrificaban niños en honor de los dioses del agua o de la lluvia y, una vez muertos, los cocían y se los comían. "Las ofrendas humanas eran entregadas a los sacerdotes para que llevaran a cabo la occisión ritual (muerte violenta), y así aportaran la energía vital de los seres humanos a los dioses: la de los guerreros cautivos sería destinada al Sol y la de los esclavos a los dioses del agua y de los mantenimientos", apostilla el investigador.