Semana de
mayo
El 21 de mayo de 1810 y la impotencia de Cisneros
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Hacía
tiempo que el ritmo natural que durante siglos había caracterizado a las
colonias españolas de América se había alterado. Las guerras en Europa, las
mismas reformas borbónicas de la segunda mitad del siglo XVIII, la inquietud
de la aristocracia española americana y el descontento de muchos criollos,
generaban no pocas preocupaciones. El comercio con los ingleses y la
circulación de ideas liberales hacían que la sociedad de los estratos
sociales definidos y duraderos comenzara a resquebrajarse.
El 14 de mayo de 1810, los habitantes de Buenos Aires pudieron confirmar los rumores que circulaban intensamente: la Junta Central de Sevilla, último bastión de la Corona española en pie, había caído también a manos de los ejércitos napoleónicos. Inmediatamente, el virrey Cisneros advirtió que se crearía una nueva regencia americana en representación de Fernando VII y en defensa de la Corona. Pero la Junta que lo había nombrado había desaparecido y los patriotas porteños creyeron que era momento de convocar a un Cabildo Abierto que discutiera los pasos a seguir. El 19 y 20 de mayo, las reuniones fueron febriles. El 21 de mayo, a las nueve de la mañana, los cabildantes se encontraban como todos los días para tratar los temas de la ciudad. Pero a los pocos minutos debieron interrumpir sus labores. La Plaza de la Victoria estaba ocupada por unos 600 hombres armados de pistolas y puñales que llevaban en sus sombreros el retrato de Fernando VII y en sus solapas una cinta blanca, símbolo de la unidad criollo-española desde la defensa de Buenos Aires. Este grupo de revolucionarios, encabezados por Domingo French y Antonio Luis Beruti, se agrupaban bajo el nombre de la "Legión Infernal" y pedía a los gritos que se concrete la convocatoria al Cabildo Abierto. Los cabildantes acceden al pedido de la multitud. El síndico Leiva sale al balcón y anuncia formalmente el ansiado Cabildo Abierto para el día siguiente. Pero los "infernales" no se calman, piden a gritos que el virrey sea suspendido. Debe intervenir el Jefe del regimiento de Patricios, Cornelio Saavedra, quien logra calmarlos garantizándoles el apoyo militar a sus reclamos.
Juan
José Castelli, Manuel Belgrano, Cornelio Saavedra, Martín Rodríguez, se
encuentran entre los que empujan el nuevo rumbo. Pase lo que pase, ya no hay
vuelta atrás. Para recordar la semana de mayo, publicamos un fragmento del
Bando que hiciera circular el virrey Cisneros el día 18, cuando era
inevitable que se difundieran las nuevas noticias llegadas desde la
península.
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Fuente: Bando de Cisneros, 18 de mayo
de 1810.
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“En
América española subsistirá el trono de los Reyes Católicos, en el caso de
que sucumbiera en la península. (...) No tomará la superioridad determinación
alguna que no sea previamente acordada en unión de todas las representaciones
de la capital, a que posteriormente se reúnan las de sus provincias
dependientes, entretanto que de acuerdo con los demás virreinatos se
establece una representación de la soberanía del señor Fernando VII”.
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El 22 de mayo de 1810 y la votación contra el
Virrey
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Hacía
tiempo que el ritmo natural que durante siglos había caracterizado a las
colonias españolas de América se había alterado. Las guerras en Europa, las
mismas reformas borbónicas de la segunda mitad del siglo XVIII, la inquietud
de la aristocracia española americana y el descontento de muchos criollos,
generaban no pocas preocupaciones. El comercio con los ingleses y la
circulación de ideas liberales hacían que la sociedad de los estratos
sociales definidos y duraderos comenzara a resquebrajarse.
El 13 de mayo de 1810, los habitantes de Buenos Aires pudieron confirmar los rumores que circulaban intensamente: la Junta Central de Sevilla, último bastión de la Corona española en pie, había caído también a manos de los ejércitos napoleónicos. Inmediatamente, el virrey Cisneros advirtió que se crearía una nueva regencia americana en representación de Fernando VII y en defensa de la Corona. Pero la Junta que lo había nombrado había desaparecido y los patriotas porteños creyeron que era momento de convocar a un Cabildo Abierto que discutiera los pasos a seguir. El 19 y 20 de mayo, las reuniones fueron febriles. El 21 de mayo, una multitud, encabezada por Domingo French y Antonio Luis Beruti, se reunió con las armas en la mano para exigir el Cabildo Abierto y la renuncia del virrey. Llevaban el retrato de Fernando VII y una cinta blanca, símbolo de la unidad criollo-española. El Jefe del regimiento de Patricios, Cornelio Saavedra, logró calmar los ánimos, pero la convocatoria para el día siguiente era un hecho. El 22 de mayo, “la parte más sana y principal del vecindario” concurrió al Cabildo. Pero asistieron sólo 251 de 450, siendo españoles la mayoría de los ausentes. Como el día anterior, la plaza estaba llena, mientras transcurrían las acaloradas discusiones, que se extendieron durante 15 horas. Se exigía la renuncia del virrey. Los más conspicuos defensores del statu quo, entre quienes se encontraban el obispo Benito de Lué y Riega y el fiscal Manuel Genaro Villota, sostenían que los americanos debían obediencia a los españoles. Pero los criollos, en boca de Juan José Castelli y Juan José Paso, exigían la conformación de juntas autóctonas, porque consideraban que, desparecido el virrey, el poder había regresado al pueblo. Se votó, pero el conteo se realizará al día siguiente.
Recordamos
en esta oportunidad, el acalorado debate del martes 22 en palabras de Juan
José Castelli, cuando todavía no se proponía cortar lazos con España, si ésta
lograba liberarse de la ocupación francesa.
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Fuente: Vicente Fidel López, Historia
Argentina, Tomo II, Buenos Aires, Sopena, págs. 22 y 24.
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“Aquí
no hay conquistados ni conquistadores, aquí no hay sino españoles. Los
españoles de España han perdido su tierra. Los españoles de América tratan de
salvar la suya. Los de España que se entiendan allá como puedan y que no
se preocupen, los americanos sabemos lo que queremos y adónde vamos,
aunque el señor obispo no lo sepa ni quiera seguirnos. Por lo tanto, señores,
tratemos de resolver lo que nos conviene hacer ahora: no perdamos tiempo, yo
propongo que se vote la siguiente proposición: que se subrogue otra
autoridad a la del virrey que dependerá de la metrópoli si ésta se salva de
los franceses y que será independiente si España queda subyugada”.
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Juan
José Castelli
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El 23 de mayo de 1810, cuando los españoles
buscan ganar tiempo
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Hacía
tiempo que el ritmo natural que durante siglos había caracterizado a las
colonias españolas de América se había alterado. Las guerras en Europa, las
mismas reformas borbónicas de la segunda mitad del siglo XVIII, la inquietud
de la aristocracia española americana y el descontento de muchos criollos, generaban
no pocas preocupaciones. El comercio con los ingleses y la circulación de
ideas liberales hacían que la sociedad de los estratos sociales definidos y
duraderos comenzara a resquebrajarse.
El 13 de mayo de 1810, los habitantes de Buenos Aires pudieron confirmar los rumores que circulaban intensamente: la Junta Central de Sevilla, último bastión de la Corona española en pie, había caído también a manos de los ejércitos napoleónicos. Inmediatamente, el virrey Cisneros advirtió que se crearía una nueva regencia americana en representación de Fernando VII y en defensa de la Corona. Pero la Junta que lo había nombrado había desaparecido y los patriotas porteños creyeron que era momento de convocar a un Cabildo Abierto que discutiera los pasos a seguir. El 19 y 20 de mayo, las reuniones fueron febriles. El 21 de mayo, una multitud, encabezada por Domingo French y Antonio Luis Beruti, se reunió con las armas en la mano para exigir el Cabildo Abierto y la renuncia del virrey. Llevaban el retrato de Fernando VII y una cinta blanca, símbolo de la unidad criollo-española. El Jefe del regimiento de Patricios, Cornelio Saavedra, logró calmar los ánimos, pero la convocatoria para el día siguiente era un hecho. El 22 de mayo, “la parte más sana y principal del vecindario” concurrió al Cabildo. Como el día anterior, la plaza estaba llena, mientras transcurrían las acaloradas discusiones, que se extendieron durante 15 horas. Se discutía qué hacer tras haber caído Sevilla en manos de los franceses. Los más conspicuos defensores del statu quo, entre quienes se encontraban el obispo Benito de Lué y Riega y el fiscal Manuel Genaro Villota, sostenían que los americanos debían obediencia a los españoles. Pero los criollos, en boca de Juan José Castelli y Juan José Paso, exigían la conformación de juntas autóctonas, porque consideraban que, desparecido el virrey, el poder había regresado al pueblo.
Se votó
en la noche del 22 y el 23 por la mañana se realizó el conteo de votos. Por
159 a 67, triunfó la opción que exigía la deposición del virrey. Sin
embargo, ese mismo día el Cabildo daría su golpe contrarrevolucionario
nombrando una junta presidida por al virrey depuesto, algo que resultaría
inadmisible para los partidarios del cambio.
Recordamos
las palabras dirigidas por el Ayuntamiento a Cisneros, donde se pretendía
nombrarlo titular de una junta de gobierno hasta tanto se convocara a una
Junta general del virreinato.
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Fuente: Felipe Pigna, 1810. La
otra historia de nuestra revolución fundadora, Buenos Aires, Editorial
Planeta, 2010, pág. 362, en Actas Capitulares del 21 al 25 de mayo de 1810,
en Pedro de Angelis, Colección de obras y documentos relativos a la
historia antigua y moderna de las Provincias del Río de la Plata, Tomo
III, Imprenta del Estado, Buenos Aires, 1836.
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“Este
Ayuntamiento, siguiendo siempre las ideas de conciliar el respeto de la
autoridad con la tranquilidad pública, ha deliberado, como único medio
para conseguirlo, el nombrarle a V. E. [Cisneros] acompañados en el
ejercicio de sus funciones, hasta que convocada la Junta general del
virreinato, resuelva lo que juzgue conveniente. Lo que participa a V. E.
para su perfecta inteligencia. Dios guarde a V. E. muchos años. Sala
Capitular de Buenos Aires mayo 23 de 1810”.
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Ayuntamiento
de Buenos Aires, 23 de mayo de 1810
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El 24 de mayo de 1810, la sublevación contra la
primera junta del cabildo
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Hacía
tiempo que el ritmo natural que durante siglos había caracterizado a las
colonias españolas de América se había alterado. Las guerras en Europa, las
mismas reformas borbónicas de la segunda mitad del siglo XVIII, la inquietud
de la aristocracia española americana y el descontento de muchos criollos,
generaban no pocas preocupaciones. El comercio con los ingleses y la
circulación de ideas liberales hacían que la sociedad de los estratos
sociales definidos y duraderos comenzara a resquebrajarse.
El 13 de mayo de 1810, los habitantes de Buenos Aires pudieron confirmar los rumores que circulaban intensamente: la Junta Central de Sevilla, último bastión de la Corona española en pie, había caído también a manos de los ejércitos napoleónicos. Inmediatamente, el virrey Cisneros advirtió que se crearía una nueva regencia americana en representación de Fernando VII y en defensa de la Corona. Pero la Junta que lo había nombrado había desaparecido y los patriotas porteños creyeron que era momento de convocar a un Cabildo Abierto que discutiera los pasos a seguir. El 19 y 20 de mayo, las reuniones fueron febriles. El 21 de mayo, una multitud, encabezada por Domingo French y Antonio Luis Beruti, se reunió con las armas en la mano para exigir el Cabildo Abierto y la renuncia del virrey. Llevaban el retrato de Fernando VII y una cinta blanca, símbolo de la unidad criollo-española. El Jefe del regimiento de Patricios, Cornelio Saavedra, logró calmar los ánimos, pero la convocatoria para el día siguiente era un hecho. El 22 de mayo, “la parte más sana y principal del vecindario” concurrió al Cabildo. Como el día anterior, la plaza estaba llena, mientras transcurrían las acaloradas discusiones, que se extendieron durante 15 horas. Se discutía qué hacer tras haber caído Sevilla en manos de los franceses. Los más conspicuos defensores del statu quo, entre quienes se encontraban el obispo Benito de Lué y Riega y el fiscal Manuel Genaro Villota, sostenían que los americanos debían obediencia a los españoles. Pero los criollos, en boca de Juan José Castelli y Juan José Paso, exigían la conformación de juntas autóctonas, porque consideraban que, desparecido el virrey, el poder había regresado al pueblo.
Se votó
en la noche del 22 y el 23 por la mañana se realizó el conteo de votos.
Triunfó ampliamente la opción de deponer al virrey y delegar el poder en el
Cabildo. Sin embargo, ese mismo día el Cabildo daría su golpe
contrarrevolucionario nombrando una junta presidida por al virrey depuesto,
algo que concretaría el 24 por la mañana y que resultaría inadmisible para
los partidarios del cambio.
La junta propuesta por el Cabildo se componía, además de Cisneros, por una vocalía integrada por Cornelio Saavedra y Juan José Castelli (criollos) y el párroco de Monserrat, Juan Nepomuceno Solá, y el comerciante José de los Santos Inchaurregui (españoles). De inmediato, desde los suburbios porteños cundió el descontento general. Castelli y Saavedra, que no habían sido siquiera consultados, renunciaron a integrar la junta, y patricios y Arribeños tomaron las armas. Recomenzaron así las discusiones de los patriotas.
En la
fecha del día 24, recordamos la reacción de Manuel Belgrano, mayor del
regimiento de Patricios, en casa de Nicolás Rodríguez Peña, cuando juró
arrojar por las ventanas al virrey Cisneros si no era apartado derrocado. De
más está decir que las palabras de Belgrano “fueron acogidas con fervoroso
aplauso”, como recuerda Tomás Guido en su “Reseña histórica de los sucesos de
Mayo”.
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Fuente: Tomás Guido, “Reseña
histórica de los sucesos de Mayo”, en Biblioteca de Mayo, Senado de la
Nación, Buenos Aires, Tomo V, 1960.
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“¡Juro
a la patria y a mis compañeros que si a las tres de la tarde del día
inmediato el virrey (Cisneros) no hubiese sido derrocado; a fe de caballero,
yo lo derribaré con mis armas!” “¡Juro a la patria y a mis compañeros que si
a las tres de la tarde del día de mañana el virrey no ha renunciado, lo
arrojaremos por las ventanas de la fortaleza!”.
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Manuel
Belgrano
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El 25 de mayo de 1810: el primer
gobierno patrio
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Hacía
tiempo que el ritmo natural que durante siglos había caracterizado a las
colonias españolas de América se había alterado. Las guerras en Europa, las
mismas reformas borbónicas de la segunda mitad del siglo XVIII, la inquietud
de la aristocracia española americana y el descontento de muchos criollos,
generaban no pocas preocupaciones. El comercio con los ingleses y la
circulación de ideas liberales hacían que la sociedad de los estratos
sociales definidos y duraderos comenzara a resquebrajarse.
El 13 de mayo de 1810, los habitantes de Buenos Aires pudieron confirmar los rumores que circulaban intensamente: la Junta Central de Sevilla, último bastión de la Corona española en pie, había caído también a manos de los ejércitos napoleónicos. Inmediatamente, el virrey Cisneros advirtió que se crearía una nueva regencia americana en representación de Fernando VII y en defensa de la Corona. Pero la Junta que lo había nombrado había desaparecido y los patriotas porteños creyeron que era momento de convocar a un Cabildo Abierto que discutiera los pasos a seguir. El 19 y 20 de mayo, las reuniones fueron febriles. El 21 de mayo, una multitud, encabezada por Domingo French y Antonio Luis Beruti, se reunió con las armas en la mano para exigir el Cabildo Abierto y la renuncia del virrey. Llevaban el retrato de Fernando VII y una cinta blanca, símbolo de la unidad criollo-española. El Jefe del regimiento de Patricios, Cornelio Saavedra, logró calmar los ánimos, pero la convocatoria para el día siguiente era un hecho. El 22 de mayo, “la parte más sana y principal del vecindario” concurrió al Cabildo. Como el día anterior, la plaza estaba llena, mientras transcurrían las acaloradas discusiones, que se extendieron durante 15 horas. Se discutía qué hacer tras haber caído Sevilla en manos de los franceses. Los más conspicuos defensores del statu quo, entre quienes se encontraban el obispo Benito de Lué y Riega y el fiscal Manuel Genaro Villota, sostenían que los americanos debían obediencia a los españoles. Pero los criollos, en boca de Juan José Castelli y Juan José Paso, exigían la conformación de juntas autóctonas, porque consideraban que, desparecido el virrey, el poder había regresado al pueblo.
Se votó
en la noche del 22 y el 23 por la mañana se realizó el conteo de votos.
Triunfó ampliamente la opción de deponer al virrey y delegar el poder en el
Cabildo. Sin embargo, ese mismo día el Cabildo daría su golpe
contrarrevolucionario nombrando una junta presidida por al virrey depuesto,
algo que concretaría el 24 por la mañana y que resultaría inadmisible para
los partidarios del cambio.
La junta propuesta por el Cabildo se componía, además de Cisneros, por una vocalía integrada por Cornelio Saavedra y Juan José Castelli (criollos) y el párroco de Monserrat, Juan Nepomuceno Solá, y el comerciante José de los Santos Inchaurregui (españoles). De inmediato, desde los suburbios porteños cundió el descontento general. Castelli y Saavedra, que no habían sido siquiera consultados, renunciaron a integrar la junta, y patricios y Arribeños tomaron las armas. Recomenzaron así las discusiones de los patriotas.
El 25
de mayo, las protestas eran ya incontenibles. La misma multitud de días atrás
ocupaba nuevamente la plaza. El movimiento patriota se había instalado
cerca del Cabildo, el cual reunido desde temprano había rechazado la renuncia
de la Junta. Ni los jefes militares estaban ya del lado del virrey. Los
cabildantes debieron finalmente solicitar la renuncia de Cisneros y aceptar
la propuesta de nombrar una nueva junta. Así, nacía el primer gobierno
patrio.
Saavedra
fue el presidente. Lo secundaron Mariano Moreno, Juan José Paso, Manuel
Alberti, Miguel Azcuénaga, Manuel Belgrano, Juan José Castelli, Juan Larrea y
Domingo Matheu. Todos juraron en nombre de Fernando VII, pero algunos creían
que era sólo cuestión de tiempo para que esto dejara de ser así. Años de
guerra deberían pasar antes de que el 9 de julio de 1816 se declarara la
independencia.
Recordamos
los acontecimientos del 25 de mayo con palabras del presidente del primer gobierno
patrio, Cornelio Saavedra, sobre aquellas jornadas.
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Fuente: Cornelio Saavedra, Memoria
Autógrafa, en Biblioteca de Mayo, Tomo II, págs. 1050-1051.
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"Con
las más repetidas instancias, solicité al tiempo del recibimiento se
me excuse de aquel nuevo empleo, no sólo por falta de experiencia y de
luces para desempeñarlo, sino también porque habiendo dado tan públicamente
la cara en la revolución de aquellos días no quería se creyese había tenido
particular interés en adquirir empleos y honores por aquel medio. A pesar de
mis reclamos no se hizo lugar a mi separación. El mismo Cisneros fue
uno de los que me persuadieron aceptase el nombramiento por dar gusto al
pueblo. Tuve al fin que rendir mi obediencia y fui recibido de presidente
y vocal de la excelentísima Junta (...) Por política fue preciso cubrir a la
junta con el manto del señor Fernando VII a cuyo nombre se estableció y bajo
de él expedía sus providencias y mandatos".
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Cornelio
Saavedra
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El 26 de mayo de 1810, convocar a las
provincias
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Hacía
tiempo que el ritmo natural que durante siglos había caracterizado a las
colonias españolas de América se había alterado. El 13 de mayo de 1810, los
habitantes de Buenos Aires pudieron confirmar los rumores que circulaban
intensamente: la Junta Central de Sevilla, último bastión de la Corona
española en pie, había caído también a manos de los ejércitos napoleónicos.
Inmediatamente, el virrey Cisneros advirtió que se crearía una nueva regencia
americana en representación de Fernando VII y en defensa de la Corona. Pero
los patriotas criollos creyeron que era momento de convocar a un Cabildo
Abierto que discutiera los pasos a seguir.
El 21 de mayo, una multitud, encabezada por Domingo French y Antonio Luis Beruti, se reunió con las armas en la mano para exigir el Cabildo Abierto y la renuncia del virrey. El 22 de mayo, “la parte más sana y principal del vecindario” concurrió al Cabildo. Se discutía qué hacer tras haber caído Sevilla en manos de los franceses. Los más conspicuos defensores del statu quo, entre quienes se encontraban el obispo Benito de Lué y Riega y el fiscal Manuel Genaro Villota, sostenían que los americanos debían obediencia a los españoles. Pero los criollos, en boca de Juan José Castelli y Juan José Paso, exigían la conformación de juntas autóctonas, porque consideraban que, desparecido el virrey, el poder había regresado al pueblo.
Tras la
votación, triunfó ampliamente la opción de deponer al virrey y delegar el
poder en el Cabildo. Sin embargo, ese mismo día el Cabildo daría su golpe
contrarrevolucionario nombrando una junta presidida por al virrey depuesto,
algo que concretaría el 24 por la mañana y que resultaría inadmisible para
los partidarios del cambio.
El 25 de mayo las protestas eran ya incontenibles. La misma multitud de días atrás ocupaba nuevamente la plaza. Ni los jefes militares estaban ya del lado del virrey. Los cabildantes debieron finalmente solicitar la renuncia de Cisneros y aceptar la propuesta de nombrar una nueva junta. Así, nacía el primer gobierno patrio. Saavedra fue el presidente. Lo secundaron Mariano Moreno, Juan José Paso, Manuel Alberti, Miguel Azcuénaga, Manuel Belgrano, Juan José Castelli, Juan Larrea y Domingo Matheu. Todos juraron en nombre de Fernando VII, pero algunos creían que era sólo cuestión de tiempo para que esto dejara de ser así.
Recordamos
el comienzo del fin de la dominación española con las palabras de Bernardo de
Monteagudo, quien tuvo una destacada actuación durante el proceso
independentista.
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Fuente: Bernardo Monteagudo
(1785-1825), Escritos políticos. Recopilados y ordenados por Mariano A.
Pelliza, Buenos Aires, La Cultura Argentina, 1916.
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"Establecida
la dominación española se aumentaban cada día los eslabones de la cadena que
ha arrastrado hasta hoy la América. Tan enorme peso de desgracias
desnaturalizó a los americanos hasta hacerlos olvidar que su LIBERTAD era
imprescriptible: y habituados a la servidumbre se contentaban con mudar de
tiranos sin mudar de tiranía. Pereció la España y se disolvió ya la cadena
de nuestra dependencia. Empezó nuestra revolución y en vano los
mandatarios de España ocurrirán con mano trémula y precipitada a empuñar la
espada contra nosotros. (…) Ciudadanos, he aquí la época de la salud: el
orden inevitable de los sucesos os ha puesto en disposición de ser libres si
queréis serlo: en vuestra mano está abrogar el decreto de vuestra esclavitud
y sancionar vuestra independencia. Sostener con energía la majestad del
pueblo, fomentar la ilustración; tales deben ser los objetos de esta sociedad
patriótica, que sin duda hará época en nuestros anales, si, como yo lo
espero, fija en ellos los esfuerzos de su celo y amor público. Analicemos la
importancia de esta materia".
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Bernardo
de Monteagudo
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El 27 de mayo de 1810, defender a la
Primera Junta
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Hacía
tiempo que el ritmo natural que durante siglos había caracterizado a las
colonias españolas de América se había alterado. El 13 de mayo de 1810, los
habitantes de Buenos Aires pudieron confirmar los rumores que circulaban
intensamente: la Junta Central de Sevilla, último bastión de la Corona
española en pie, había caído también a manos de los ejércitos napoleónicos.
Inmediatamente, el virrey Cisneros advirtió que se crearía una nueva regencia
americana en representación de Fernando VII y en defensa de la Corona. Pero
los patriotas criollos creyeron que era momento de convocar a un Cabildo
Abierto que discutiera los pasos a seguir.
El 21 de mayo, una multitud, encabezada por Domingo French y Antonio Luis Beruti, se reunió con las armas en la mano para exigir el Cabildo Abierto y la renuncia del virrey. El 22 de mayo, “la parte más sana y principal del vecindario” concurrió al Cabildo. Se discutía qué hacer tras haber caído Sevilla en manos de los franceses. Los más conspicuos defensores del statu quo, entre quienes se encontraban el obispo Benito de Lué y Riega y el fiscal Manuel Genaro Villota, sostenían que los americanos debían obediencia a los españoles. Pero los criollos, en boca de Juan José Castelli y Juan José Paso, exigían la conformación de juntas autóctonas, porque consideraban que, desparecido el virrey, el poder había regresado al pueblo.
Tras la
votación, triunfó ampliamente la opción de deponer al virrey y delegar el
poder en el Cabildo. Sin embargo, ese mismo día el Cabildo daría su golpe
contrarrevolucionario nombrando una junta presidida por al virrey depuesto,
algo que concretaría el 24 por la mañana y que resultaría inadmisible para
los partidarios del cambio.
El 25 de mayo las protestas eran ya incontenibles. La misma multitud de días atrás ocupaba nuevamente la plaza. Ni los jefes militares estaban ya del lado del virrey. Los cabildantes debieron finalmente solicitar la renuncia de Cisneros y aceptar la propuesta de nombrar una nueva junta. Así, nacía el primer gobierno patrio. Saavedra fue el presidente. Lo secundaron Mariano Moreno, Juan José Paso, Manuel Alberti, Miguel Azcuénaga, Manuel Belgrano, Juan José Castelli, Juan Larrea y Domingo Matheu. Todos juraron en nombre de Fernando VII, pero algunos creían que era sólo cuestión de tiempo para que esto dejara de ser así.
El 27
de mayo se envió una circular a los Cabildos de las provincias informándoles
de lo sucedido e invitándolas a elegir representantes a ser enviados a la
capital para integrar el nuevo gobierno. Como recuerda Esteban Echeverría, en
sus escritos sobre el 25 de mayo, “sólo Córdoba, Montevideo y Paraguay
desoyeron la convocatoria de la junta”.
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Fuente: Esteban Echeverría, Antecedentes
y primeros pasos de la Revolución de Mayo, en 25 de Mayo. Testimonios,
juicios, documentos, Buenos Aires, Eudeba, 1968, pág.102.
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"El
primer acto de junta fue comunicar a los Cabildos de las provincias por medio
de una circular el cambio verificado en Buenos Aires el 25 de mayo, y
excitarlos al nombramiento de diputados conforme a lo establecido en el
acta, (…). Esta circular era un poderoso estímulo de atracción a que
difícilmente podían resistirse las provincias: se les convocaba
al poder y a la soberanía así fue que solo Córdoba, Montevideo y
Paraguay, donde predominaba el poder español, desoyeron la convocación de la
junta".
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Esteban
Echeverría
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El 28 de mayo de 1810, el decreto confiriendo
honores al presidente de la Junta
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Hacía
tiempo que el ritmo natural que durante siglos había caracterizado a las
colonias españolas de América se había alterado. El 13 de mayo de 1810, los
habitantes de Buenos Aires pudieron confirmar los rumores que circulaban
intensamente: la Junta Central de Sevilla, último bastión de la Corona
española en pie, había caído también a manos de los ejércitos napoleónicos.
Inmediatamente, el virrey Cisneros advirtió que se crearía una nueva regencia
americana en representación de Fernando VII y en defensa de la Corona. Pero
los patriotas criollos creyeron que era momento de convocar a un Cabildo
Abierto que discutiera los pasos a seguir.
El 21 de mayo, una multitud, encabezada por Domingo French y Antonio Luis Beruti, se reunió con las armas en la mano para exigir el Cabildo Abierto y la renuncia del virrey. El 22 de mayo, “la parte más sana y principal del vecindario” concurrió al Cabildo. Se discutía qué hacer tras haber caído Sevilla en manos de los franceses. Los más conspicuos defensores del statu quo, entre quienes se encontraban el obispo Benito de Lué y Riega y el fiscal Manuel Genaro Villota, sostenían que los americanos debían obediencia a los españoles. Pero los criollos, en boca de Juan José Castelli y Juan José Paso, exigían la conformación de juntas autóctonas, porque consideraban que, desparecido el virrey, el poder había regresado al pueblo.
Tras la
votación, triunfó ampliamente la opción de deponer al virrey y delegar el
poder en el Cabildo. Sin embargo, ese mismo día el Cabildo daría su golpe
contrarrevolucionario nombrando una junta presidida por al virrey depuesto,
algo que concretaría el 24 por la mañana y que resultaría inadmisible para
los partidarios del cambio.
El 25 de mayo las protestas eran ya incontenibles. La misma multitud de días atrás ocupaba nuevamente la plaza. Ni los jefes militares estaban ya del lado del virrey. Los cabildantes debieron finalmente solicitar la renuncia de Cisneros y aceptar la propuesta de nombrar una nueva junta. Así, nacía el primer gobierno patrio. Saavedra fue el presidente. Lo secundaron Mariano Moreno, Juan José Paso, Manuel Alberti, Miguel Azcuénaga, Manuel Belgrano, Juan José Castelli, Juan Larrea y Domingo Matheu. Todos juraron en nombre de Fernando VII, pero algunos creían que era sólo cuestión de tiempo para que esto dejara de ser así. Años de guerra deberían pasar antes de que el 9 de julio de 1816 se declarara la independencia. Pronto, comenzaría a cobrar protagonismo un joven abogado, Mariano Moreno, quien como secretario de Guerra y Gobierno, llamaría a defender a la Junta contra la inminente reacción de los realistas, que no tardaría en aparecer en algunos conatos provinciales, como Córdoba. Comenzarían las expediciones militares, pero también las disensiones internas entre saavedristas, de tendencia más conservadora, y morenistas, de corte más radicales. El secretario cobraba cada vez mayor relevancia y tiempo después, Ignacio Núñez comentaría: “El doctor Moreno encaminaba la nave a un punto determinado y sin hipocresía hablaba y escribía sobre la soberanía del pueblo, sobre el despotismo y tiranía, sobre esclavitud y libertad, sobre patria e independencia, haciendo circular también una traducción del Contrato social, de Juan Jacobo”. El 28 de mayo, la junta emitió un decreto que organizaba su labor, el tratamiento y honores que correspondían. En parte se conferían los mismos honores al presidente que los que anteriormente había tenido el virrey. Más tarde se cristalizarían en este decreto las profundas diferencias entre el presidente y el secretario de la junta.
Si bien
Moreno aseguró que el decreto del 28 de mayo fue “un sacrificio transitorio”
para el “bien general de este pueblo”, un episodio vendría a complicar aun
más la relaciones entre ambos. El 5 de diciembre de 1810, hubo una fiesta en
el Regimiento de Patricios, para celebrar la victoria de Suipacha. Uno de los
asistentes, el capitán de Húsares Atanasio Duarte propuso un brindis
"por el primer rey y emperador de América, Don Cornelio Saavedra,"
y le ofreció a doña Saturnina, la esposa de Saavedra, una corona de azúcar
que adornaba una torta.
Al
enterarse del episodio, el secretario Moreno redactó el 6 de diciembre un decreto
prohibiendo todo brindis o aclamación pública a favor de cualquier
funcionario y suprimió todos los honores especiales de que gozaba el
Presidente de la Junta. La pelea entre Moreno y Saavedra estaba desatada.
Recordamos
en esta oportunidad las palabras dadas por Moreno, al momento de explicar el
decreto que confería honores excesivos al presidente de la Junta.
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Fuente: Ignacio Núñez, Noticias
históricas, Buenos Aires, Jackson, 1953.
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"…
Es verdad que consecuente al acta de su erección, decretó al Presidente en
orden del 28 de mayo los mismos honores que antes se habían dispensado a los
virreyes; pero éste fue un sacrificio transitorio de sus propios
sentimientos, que consagró al bien general de este pueblo. La costumbre
de ver a los virreyes rodeados de escoltas y condecoraciones habría hecho
desmerecer el concepto de la nueva autoridad, si se presentaba desnuda de los
mismos realces; quedaba entre nosotros el virrey depuesto; quedaba una
audiencia formada por los principios de divinización de los déspotas; y el
vulgo que sólo se conduce por lo que ve, se resentiría de que sus
representantes no gozasen el aparato exterior, de que habían disfrutado los
tiranos, y se apoderaría de su espíritu la perjudicial impresión de que los
jefes populares no revestían el elevado carácter de los que nos venían de
España. Esta consideración precisó a la Junta a decretar honores al
Presidente, presentado a el pueblo la misma pompa del antiguo simulacro,
hasta que repetidas lecciones lo dispusiesen a recibir sin riesgo la
moderación del Presidente con aquella disposición, pero fue preciso ceder a
la necesidad, y la Junta ejecutó un arbitrio político, que exigían las
circunstancias, salvando al mismo tiempo la pureza de sus intenciones con la
declaratoria, de que los demás Vocales no gozasen honores, tratamiento, ni
otra clase distinciones".
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Mariano
Moreno
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